No fue un encuentro que cubriera mis espectativas. Las fotos no hacen justicia. Al mirarlo a los ojos me supe vencido. Ni una palabra de la pelea, ni un comentario de donde, ni como. Solo trivialidades mientras nos acercabamos al lugar sagrado, donde todo se perdona, donde el dolor no es el objetivo, y por tanto no duele.
No era el viejo pasados los cuarenta, pasado de años, pasado de quilos, pasado de vicios. Era antiguo en años, curtido en quilos, endurecido por los vicios; vivido. La cosa pintaba mal, el cuadro lo acabaríamos a brochazos.
En un instante estabamos crujiendonos los huesos, nuestros huesos, ubicádolos en un baile, y en el siguiente suspiro estabamos metidos en liza.
Algo fallaba. No se preocupó por protecciones, ni por reglas, ni por cuando parar. Él allí, con su postura clásica, atascada, fosilizada, letal. El golpe fue perfecto, en resolución, en velocidad, directo al sitio donde debía, el hígado. Después, se armo la de dios es santo, bailamos la danza del luchador, sudamos los golpes, las esquivas, los desplazamientos. Mi punto débil, en poco tiempo descubierto, mis errores y deficiencias, explotadas, mejoradas.
Hay dos tipos de hombres, lo demás no lo son. Están quienes saben luchar cuando nacen y solo lo recuerdan en instantes de su vida. Platónicos hasta la médula.
Estamos los que aprendemos a luchar y lo olvidamos rápidamente cuando dejamos de hacerlo. Hay otros individuos, de otras clases, pero ellos no son considerados hombres en mi blog, en mi vida. ¿Que hay en La Galaxia?
Lo que ha quedado de hoy está marcado en mi cuerpo, en su cuerpo. En mi abdomen y costillas, en su mentón. Dejemos que los enanos sigan siendolo mientras disfrutan.
Hoy ha sido un gran día.
Y no, no hemmos perdido.
martes, 23 de junio de 2009
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¡y divertido!
ResponderEliminarmuy bien narrado, de verdad; aunque me dejas en demasiado buen lugar, gracias; pero estoy fosilizado, que me suelte , y a divertirnos.